De cuando el Real Madrid estuvo en Cuba

Para cuando el Real Madrid llegó a La Habana, la Isla era una mezcla de politiquería y revuelo partidista. Un golpe de estado había azuzado los viejos dramas sociales y había disparado el ir y venir en las academias militares.

Batista se hacía del poder a la fuerza, su virilidad de hombre duro, pisoteaba sin miramientos a la Constitución.

La Habana era un retrato de la era colonial, que brillaba en ocasiones entre los modismos de Francia y Estados Unidos. A simple vista, la capital cubana brillaba.

En medio de eso llegó la escuadra más representativa de España. La Madre Patria mandaba a otro tipo de embajadores, fútbol querían jugar y eso hicieron. No llegaban muy airosos, antes, el Millonarios de Alfredo Di Stefano, les había dado un baile en el Campín, y eso que el Real Madrid estaba en sus bodas de oro. Después de eso, y ya fuera de la cancha, los reales les enseñarían a los seguidores del ballet azul colombiano otro tipo de clase. La economía del club conquistaría para sí al argentino Di Stefano.

«Vivimos, comemos y jugaremos a la española», dijeron en Colombia los del Real, y una vez en la Isla, mantuvieron el slogan. En tiempos de dictadura, está bien poner sobre el tapete la forma en la que uno se mueve. Ellos venían de Franco, bien que lo sabían.

Entre julio y agosto, los del Real Madrid convocaron a dos clubes. El primero fue el Deportivo Marianao, este le dio guerra, mientras el Juventud Asturiana le daba vida.

La mañana del 31 de julio, el Real Madrid enseñó la siguiente alineación: Juan Alonso, Luis Molowny, Miguel Cabrera, Manuel Fernández (Pahiño), Roque Olsen, José Iglesias, José Zárraga, Miguel Muñoz, Joaquín Navarro, Joaquín Oliva y Gabriel Alonso. Del once inicial, la gran mayoría de ellos salieron de titulares en una Liga donde quedaron terceros, detrás del Barcelona y Valencia.

La primera mitad fue pareja, inició Pahiño al minuto 12, los de Marianao, respondieron al 28. Así se fueron al descanso. Al regreso, anotó Molowny, apenas un minuto después de que el principal pitara el inicio de la segunda parte. Tampoco se durmió el Marianao y al 49, Amadeo Colángelo, volvía a igualar el encuentro. Fue José Iglesias quien en el 82 pondría a los merengues fuera de la puerta del colegio, o sea que les permitió salir airosos ante un club, que en nada se les podía igualar. Quedó 3-2 en un final, y los visitantes bien que sudaron para conseguirlo.

Al término de ese partido más reales que los del Madrid, resultaban los negritos de Marianao, que de casta y tradición española mostraban bien poco. La corona ibérica esa tarde tembló como años antes lo hizo ante las huestes mambisas.

El segundo juego, el 4 de agosto, fue como en casa, entre españoles, si bien el rival a escoger fue el Juventud Asturiana. No obstante los del Juventud decidieron incluir a algunos del Marianao, a aquellos que vieron bien en el primer amistoso. Así vistió la camiseta del Juventud, Amadeo Colángelo, quien volvió a marcar frente a la portería del Real. Pero ciertamente este choque fue un paseo. La fiesta la abrió Joaquín Navarro, y se sumaron Molowny, Olsen, y así hasta llegar a ocho dianas. Por los asturianos del Caribe, solo marcaron Amadeo y Paul Rock, este último ya cuando los blancos iban por seis.

Fue tan amistoso, que el Juventud hizo seis cambios y el Madrid, cinco. Vamos, que si usted pasaba por el estadio del Cerro, por ahí le daban el chance de alinear. Aunque quién hubiese tenido la oportunidad, así fuera de broma.

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