Este singular encuentro, que rozó lo trágico, marcó el cruce de dos travesías, una en busca del sueño americano y otra que debió ser un viaje familiar memorable pero que, en cambio, alteró para siempre el destino de ambos.
En el Día de Acción de Gracias de 2007, Chris Buchleitner, con apenas 9 años, se encontraba solo en una carretera desolada junto a su perro y un espejo retrovisor, el único vestigio recuperado de la camioneta que minutos antes había rodado colina abajo junto a su madre, Dawn Tomko.
La madre, atrapada en el vehículo, y el niño, que logró salir, ascendieron la colina con la esperanza de hacer señales para atraer ayuda con el espejo.
A escasas millas de la frontera con México, y tras avistar un helicóptero de la Patrulla Fronteriza que no regresaba, la desesperación se apoderó del pequeño y su madre. Pero en ese momento crítico, cuando la incertidumbre se cernía sobre ellos, apareció en el camino la figura de un hombre desconocido.
Un salvador en su camino
Manuel Córdova, un inmigrante indocumentado que había cruzado la frontera con el anhelo de alcanzar algún centro urbano en Arizona para buscar empleo y sostener a sus dos hijos, se encontraba huyendo de las autoridades migratorias y las bandas criminales locales.
Las opciones para Córdova eran claras: abandonar al niño a su suerte y proseguir su huida con la esperanza de evadir a la Patrulla Fronteriza o arriesgarse a ayudarlo, enfrentando así la posibilidad de ser capturado.
La decisión de Córdova tuvo consecuencias profundas en ambas vidas y se convirtió posteriormente en un punto central de un debate más amplio sobre la inmigración en Estados Unidos, según informes recientes de la cadena CNN.
Sin embargo, en ese instante crucial donde el destino los unió, la misión de Córdova estaba clara: ayudar al niño y tratar de salvar a su madre.