Era junio de 1952, y al aeropuerto de La Habana llegaban los líderes de la Liga Española por aquel año, el Atlético de Madrid. Habían pasado catorce años desde la última visita a Cuba de un club español. Colchoneros de renombre como Ricardo Zamora, Dauder, Montes Tinte o Lozano figuraban dentro del equipo que disputaría una serie de choques contra elencos de la capital cubana, a modo de exhibición y también como incentivo de desarrollo para un deporte que seguía estancado a nivel internacional, pese a la participación mundialista de 1938.